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lunes, octubre 31, 2005 " La que murió de su vestido azul está cantando.Canta imbuida de muerte al sol de su ebriedad. Adentro de su canción hay un vestido azul, hay un caballo blanco, hay un corazón verde tatuado con los ecos de los latidos de su corazón muerto. Expuesta a todas las perdiciones, ella canta junto a una niña extraviada que es ella: su amuleto de la buena suerte. Y a pesar de la niebla verde en los labios y del frío gris en los ojos, su voz corroe la distancia que se abre entre la sed y la mano que busca el vaso. Ella canta. " de "Extracción de la piedra de locura" de Alejandra Pizarnik jueves, octubre 27, 2005 Cuando lo conocí era joven y, aunque en apariencia modesto, tenía ambiciones feroces. Prometía, como suele decirse. Lo alojé en mi casa, le cedí una habitación y un lugar en mi mesa, le permití que leyese todos los libros de mi bilbioteca. Resumiendo: lo mantuve.Pronto me leyó su primer poema, manuscrito. Todavía era o fingía ser tímido y se ruborizaba. Me ofrecí a pasar en limpio el poema, a máquina, y con esa excusa le extirpé las faltas de ortografía, los barbarismos, varias transgresiones de sintaxis. El simuló no advertir los cambios introducidos por mí y yo pensé que lo hacía para ocultar su vergüenza. Con el tiempo mis amabilidades de anfitrión se convirtieron poco menos que en mi oficio. El escribía de su puño y letra los poemas, yo los dactilografiaba y los corregía. Pero nunca hubo, entre él y yo, explicaciones. El revisaba lo que yo había transcripto (y modificado: por ejemplo los horribles gerundios) y lo aprobaba con un ademán que primero fue entusiasta y después nada más que benévolo. Pero ni una sola palabra de su parte, ninguna de la mía, como si hubiésemos pactado la distribución de nuestras respectivas tareas: a él la poesía, a mí la gramática y la dactilografía. También nos hemos repartido las retribuciones. El es famoso, recibió varios premios, cobra los derechos de autor (no tan magros como vulgarmente se supone). Yo soy su anónimo Mecenas, en la intimidad su corrector de estilo y su escribiente, sin sueldo. Sin embargo los dos sabemos que me bastaría abandonarlo para decretar su instantánea, su fulminante defunción. Un poema pasado en limpio sin mis retoques y él se dará cuenta en seguida, me lo devolverá sonriéndose con suficiencia: "Se equivocó al copiarlo", me dirá. Yo le contestaré: "Perdón, maestro. ¿Dónde me equivoqué? Y ese dedo errático con el que en vano tratará de señalar mis errores, esa angustia o esa cólera con que me amonestará: "No importa, pero la próxima vez tenga más cuidado", me proporcionarán la única felicidad que perseguimos los hombres como yo. Marco Denevi lunes, octubre 24, 2005 Man is the only animal that blushes, or needs to. Mark Twain viernes, octubre 21, 2005 [...] El señor Eustaquio suspiró y se apoyó contra el respaldo de la silla. "Estamos en el mundo por tan poco tiempo", dijo como si se hablara a sí mismo, y por este motivo yo no contesté y también para no contradecirlo, porque mi intención no era quedarme poco tiempo en el mundo sino hasta que me echaran a patadas. Me miró de frente y asentí varias veces con la cabeza para que se conformara, aunque me di cuenta de que no me veía, tenía esa costumbre el señor Eustaquio y me inquietaba bastante. Miraba a uno en la cara y pasaba de largo, como si la cabeza estuviera unos metros más atrás de la nuca. "Y entonces", siguió el señor Eustaquio y yo empecé a recular lentamente, con la dorada intención de ponerme en el punto justo donde centraba los ojos, "¿para qué llevarse mal con la gente? Son mis semejantes. Si no tuviera semejantes, ¿qué sería de mí? Un mundo sólo habitado por perros, por lluvia, por árboles. ¡Caca!, qué horror". Lo de la caca no me gustó nada, debo confesarlo, porque la frase me había entusiasmado y se me ocurrió que la terminaba cruelmente. [...] Fragmento de "Una felicidad con menos pena", de Griselda Gambaro.
lunes, octubre 17, 2005 PrefacioEl artista es creador de belleza. Revelar el arte y ocultar al artista es la meta del arte. El crítico es quien puede traducir de manera distinta o con nuevos materiales su impresión de la belleza. La forma más elevada de la crítica, y también la más rastrera, es una modalidad de autobiografía. Quienes descubren significados ruines en cosas hermosas están corrompidos sin ser elegantes, lo que es un defecto. Quienes encuentran significados bellos en cosas hermosas son espíritus cultivados. Para ellos hay esperanza. Son los elegidos, y en su caso las cosas hermosas sólo significan belleza. No existen libros morales o inmorales. Los libros están bien o mal escritos. Eso es todo. La aversión del siglo por el realismo es la rabia de Calibán al verse la cara en el espejo. La aversión del siglo por el romanticismo es la rabia de Calibán al no verse la cara en un espejo. La vida moral del hombre forma parte de los temas del artista, pero la moralidad del arte consiste en hacer un uso perfecto de un medio imperfecto. Ningún artista desea probar nada. Incluso las cosas que son verdad se pueden probar. El artista no tiene preferencias morales. Una preferencia moral en un artista es un imperdonable amaneramiento de estilo. Ningún artista es morboso. El artista está capacitado para expresarlo todo. Pensamiento y lenguaje son, para el artista, los instrumentos de su arte. El vicio y la virtud son los materiales del artista. Desde el punto de vista de la forma, el modelo de todas las artes es el arte del músico. Desde el punto de vista del sentimiento, el modelo es el talento del actor. Todo arte es a la vez superficie y símbolo. Quienes profundizan, sin contentarse con la superficie, se exponen a las consecuencias. Quienes penetran en el símbolo se exponen a las consecuencias. Lo que en realidad refleja el arte es al espectador y no la vida. La diversidad de opiniones sobre una obra de arte muestra que esa obra es nueva, compleja y que está viva. Cuando los críticos disienten, el artista está de acuerdo consigo mismo. A un hombre le podemos perdonar que haga algo útil siempre que no lo admire. La única excusa para hacer una cosa inútil es admirarla infinitamente. Todo arte es completamente inútil. OSCAR WILDE
miércoles, octubre 12, 2005 Al domingo siguiente, Milay le trae un dibujo de árboles. Los árboles no están prohibidos, y el dibujo pasa. Didasko le elogia la obra y le pregunta por los circulitos de colores que aparecen en las copas de los árboles, muchos pequeños circulitos entre las ramas: ¿son naranjas? ¿qué frutas son? – Y la niña lo hace callar, sssshhhh, en secreto le explica: -Bobo, ¿no ves que son ojos? Los ojos de los pájaros que te traje a escondidas.
sábado, octubre 08, 2005 Señores:Aspiro a ser diputado, porque aspiro a robar en grande y a "acomodarme" mejor. Mi finalidad no es salvar al país de la ruina en la que lo han hundido las anteriores administraciones de compinches, sinvergüenzas; no señores, no es ese mi elemental propósito, sino que, íntima y ardorosamente, deseo contribuir al saqueo con que se vacían las arcas del Estado, aspiración noble que ustedes tienen que comprender es la más intensa y efectiva que guarda el corazón de todo hombre que se presenta a candidato a diputado. Robar no es fácil, señores. Para robar se necesitan determinadas condiciones que creo no tienen mis rivales. Ante todo, se necesita ser un cínico perfecto, y yo lo soy, no lo duden señores. En segundo término, se necesita ser un traidor, y yo también lo soy, señores. Saber venderse oportunamente, no desvergonzadamente, sino "evolutivamente". Me permito el lujo de inventar el término que será un sustitutivo de traición, sobre todo necesario en estos tiempos en que vender el país al mejor postor es un trabajo arduo e ímprobo, porque tengo entendido, caballeros, que nuestra posición, es decir, la posición del país no encuentra postor ni por un plato de lentejas, créanlo... Abarquen la magnitud de mi sacrificio y se darán cuenta de que soy un perfecto candidato a diputado. Cierto es que quiero robar, pero ¿quién no quiere robar? Díganme ustedes quién es el desfachatado que en estos momentos de confusión no quiere robar. Si ese hombre honrado existe, yo me dejo crucificar. Mis camaradas también quieren robar, es cierto, pero no saben robar. Venderán al país por una bicoca, y eso es injusto. Yo venderé a mi patria, pero bien vendida. Ustedes saben que las arcas del Estado están enjutas, es decir, que no tienen un mal cobre para satisfacer la deuda externa; pues bien, remataré al país en cien mensualidades, de Ushuaia hasta el Chaco boliviano, y no sólo traficaré al Estado, sino que me acomodaré con comerciantes, con falsificadores de alimentos, con concesionarios; adquiriré armas inofensivas para el Estado, lo cual es un medio más eficaz de evitar la guerra que teniendo armas de ofensiva efectiva, le regatearé el pienso al caballo del comisario y el bodrio1 al habitante de la cárcel, y carteles, impuestos a las moscas y a los perros, ladrillos y adoquines... ¡Lo que no robaré yo, señores! ¿Qué es lo que no robaré?, díganme ustedes. Y si ustedes son capaces de enumerarme una sola materia en la cual yo no sea capaz de robar, renuncio ipso facto a mi candidatura... Piénsenlo aunque sea un minuto, señores ciudadanos. Piénsenlo. Yo he robado. Soy un ladrón, y si ustedes no creen en mi palabra, vayan al Departamento de Policía y consulten mi prontuario. Verán que performance tengo. He sido detenido en averiguación de antecedentes como treinta veces; por portación de armas -que no tenía- otras tantas, luego me regeneré y desempeñé la tarea de grupí2, rematador falluto3, corredor, pequero4, extorsionista, encubridor, agente de investigaciones; fui luego agente judicial, presidente de comité parroquial, convencional, he vendido quinielas, he sido, a veces, padre de pobre y madre de huérfanas, tuve comercio y quebré, fui acusado de incendio intencional de otro bolichito5 que tuve... Señores, si no me creen, vayan al Departamento... verán ustedes que yo soy el único entre todos esos hipócritas que quieren salvar al país, absolutamente el único que puede rematar la última pulgada de tierra argentina. Incluso, me propongo vender el Congreso e instalar un conventillo o casa de departamentos en el Palacio de Justicia, porque si yo ando en libertad es que no hay justicia, señores... * Roberto Arlt (Aguafuertes porteñas, Bs. As., 1933) Glosario: 1. Bodrio: alude seguramente al guiso o comida de los presos. 2. Grupí (o grupín): personaje que, en los remates, ofrece sumas para aumentar el valor de algo, sin las intenciones de comprar sino, en arreglo con otros, para hacer subir el precio. 3. Falluto: falso, falsario. 4. Pequero: estafador (de “peca" = estafa) 5. Bolichito: pequeño negocio (puede ser un bar, una pequeña tienda) lunes, octubre 03, 2005 En el rellano gritaba la del tercer piso, borracha como siempre a esa hora.Oliveira miró vagamente hacia la puerta, pero la Maga lo apretó contra ella, se fue resbalando hasta ceñirle las rodillas, temblando y llorando. — ¿Por qué te afligís así? —dijo Oliveira—. Los ríos metafísicos pasan por cualquier lado, no hay que ir muy lejos a encontrarlos. Mirá, nadie se habrá ahogado con tanto derecho como yo, monona. Te prometo una cosa: acordarme de vos a último momento para que sea todavía más amargo. Un verdadero folletín, con tapa en tres colores. — No te vayas —murmuró la Maga, apretándole las piernas. — Una vuelta por ahí, nomás. — No, no te vayas. — Dejame. Sabés muy bien que voy a volver, por lo menos esta noche. Vamos juntos —dijo la Maga—. Ves, Rocamadour duerme, va a estar tranquilo hasta la hora del biberón. Tenemos dos horas, vamos al café del barrio árabe, ese cafecito triste donde se está tan bien. Pero Oliveira quería salir solo. Empezó a librar poco a poco las piernas del abrazo de la Maga. Le acariciaba el pelo, le pasó los dedos por el collar, la besó en la nuca, detrás de la oreja, oyéndola llorar con todo el pelo colgándole en la cara. «Chantajes no», pensaba. «Lloremos cara a cara, pero no ese hipo barato que se aprende en el cine.» Le levantó la cara, la obligó a mirarlo. — El canalla soy yo —dijo Oliveira—. Dejame pagar a mí. Llorá por tu hijo, que a lo mejor se muere, pero no malgastes las lágrimas conmigo. Madre mía, desde los tiempos de Zola no se veía una escena semejante. Dejame salir, por favor. — ¿Por qué? dijo la Maga, sin moverse del suelo, mirándolo como un perro. — ¿Por qué qué? — ¿Por qué? — Ah, vos querés decir por qué todo esto. Andá a saber, yo creo que ni vos ni yo tenemos demasiado la culpa. No somos adultos, Lucía. Es un mérito pero se paga caro. Los chicos se tiran siempre de los pelos después de haber jugado. Debe ser algo así. Habría que pensarlo. Todavía no terminé de leerla, pero esta "escena", me emocionó mucho. Me causó una sensación rara, eso de no saber por qué... |