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"Los lectores son viajeros, circulan sobre las tierras de otra gente, nómadas que cazan furtivamente en los campos que no han escrito". Michel de Certeau - en "Leer, una caza furtiva", 1980.

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martes, julio 26, 2005

Mas ideas sobre el lugar del escritor.

En el post sobre la villa, al igual que en otros precedentes (ya señalamos el de Artaud, agrego el de la alegoría de la caverna, el del idioma y varios otros), ha vuelto a plantearse el rol del escritor, y sus obligaciones para con los demás.
El siguiente es un fragmento de Amos Oz, un enorme escritor y pacifista israelí (autor entre otras cosas de “Tocar el agua, tocar el viento”, “Mi marido Mikhael” y “La tercera condición”) quien plantea que uno de los deberes del escritor es hacer sonar la alarma cada vez que el lenguaje es contaminado para referirse a un grupo étnico, religioso o de otro tipo.


"Imaginemos un pueblito a los pies de un volcán a punto de hacer erupción. El volcán tiembla y rezonga durante la noche, lanza humo y centellas, y de tanto en tanto arroja piedras incandescentes hacia la aldea. A pesar de ello, la vida cotidiana en la aldea, la rutina, continúa a despecho de todo esto, continúa de un año a otro con toda su prosaica mezquindad.
Todos nosotros, dondequiera que nos encontremos, vivimos en las laderas de un volcán en actividad. Aún así, el volcán no controla ni podemos permitirle que lo haga, nuestras vidas. Las noches están siempre llenas –y está bien que así sea- de deseos, ambiciones, de todo tipo de proyectos y conjeturas, de pequeñas esperanzas y pequeñas desilusiones, de preparativos para el día siguiente, de pasiones secretas y de ansia infinita por aquellos que amamos. Cada noche, todas las noches, urdimos nuestros sueños, ridículos, confusos, intensos. Y precisamente todo esto ha sido, es y siempre será el objeto privilegiado de la literatura de la comedia humana.
Ahora bien, imaginemos que en la aldea de la pendiente del volcán viva un escritor: ¿qué hará el escritor en las noches alumbradas por los resplandores de la lava?.
El escritor no carecerá de material; en cambio la pregunta es: ¿el escritor de la aldea al pie del volcán tiene alguna responsabilidad moral, social o política ante la inminencia de la erupción del volcán? ¿debe alzar la voz para protestar?¿Y debe hacerlo cada día?¿Durante todo el día?¿O quizás sólo una vez a la semana?
Quizás podría plantear la cuestión en éstos términos: un escritor trabaja con las palabras. Esto impone al escritor una responsabilidad hacia el lenguaje. Donde las palabras llenas de odio sean blandidas como un hacha contra ciertos grupos de seres humanos, no tardará e aparecer un hacha verdadera. El escritor puede ser el vigía del fuego del lenguaje, o al menos el que denuncia la existencia del humo. Puede y, por lo tanto, debe.
Cada vez que la gente usa para un grupo étnico o religioso o de otro tipo expresiones como “inmundo”, “crecimiento canceroso” o “amenaza rastrera”, el escritor debe levantarse y hacer sonar la campana de alarma en la aldea. Identificarse con el otro no es necesariamente amarlo. No es necesariamente estar de acuerdo con él, de sostener sus opiniones. Sólo es, de tanto en tanto, imaginarse que uno ocupa el lugar del otro.
Cuando llegue el día en que haya paz entre Israel y Palestina, estaremos en condiciones de incluír entre los constructores de puentes para la paz a un grupo de escritores israelíes y palestinos que no han cesado ni un momento, aún en el medio del fuego, de la sangre y de la rabia, de identificarse con el otro y de preguntarse a sí mismos:¿ que pensaría si estuviera del otro lado?
Volvamos a nuestro escritor, aquel que vive con sus vecinos en la ladera del volcán. Debe necesariamente alcanzar cierto compromiso consigo mismo y su conciencia. Si ignora la crueldad y el terror que lo circundan y se limita a describir el paisaje mientras la gente muere a su alrededor, traiciona su conciencia de ser humano. Por otra parte, si transforma sus escritos en un manifiesto rabioso, traiciona su arte y su trabajo."

# [ de la pluma de crub ] | 3:47 p. m. |